NaturalMente2
5 n atural mente amplificadas por el escaparate mundial de inter- net. La propensión humana a buscar confirma- ción en vez de refutación, un aspecto clave del pensamiento científico, así como la tendencia también humana de aferrarse a creencias con- fortables y a generalizar sobreevidencias escasas son las principales causas del arraigo y expansión del pensamiento pseudocientífico .Estemodo de pensar nos lleva por ejemplo a realizar asociaciones en fun- ción de la apariencia y a confundirnos sobre causa y efec- to.A esta tendencia bastante compren- sible hay que sumar, o quizá multiplicar, el efecto de la acti- tud de gobernantes y personas influyen- tes que descartan conscientementeel conocimiento científicopara apoyar consignas, ideas e incluso interpretacio- nes de los datos que encajan con sus intereses.Y “El excesode competitividadpone en riesgo la ciencia de calidady socava la confianzay la motivaciónnecesarias parahacer buena investigación” CelsoAréva- lo y Pons en su laboratori en1906 / Archivo MNCN ACN003/ 002/ 07698 “Lapropensión humanaabuscar confirmación envez de refutación así como la tendenciaa aferrarsea creencias confortablesya sobregeneralizar con evidencias escasas son las principales causas de la expansión del pensamiento pseudocientífico” ahí es donde el científico vuelve a tener una oportunidad de ac- tuar y de que su actitud tenga un impacto directo en la socie- dad mediante la denuncia fun- damentada de la falsedad o falta de veracidad de lo que se dice, piensa y justifica. A pesar de la relativa crisis de confianza en el conocimiento científico, los científicos son un colectivo muy apreciado y muy bien valorado. Sorprende por tanto la modesta penetración real que los científicos tienen en la sociedad actual. Quizá se deba, al menos en parte, a un cierto autismo de los científicos, que se ale- jan de la sociedad para concentrarse en sus problemas y compartirlos casi exclusi- vamente con sus colegas. ¿Puedeo debe el científico del siglo XXI limitarse a su investigación? ¿Puede o debe aportar a la sociedad algomás que los resultados de su estudio? Para mí las respuestas son un claro no a la primera pregunta y undecidido si a la segunda.Quierocreer que la actitud científica tienemuchoque aportar a la actual crisis de valores que se ha revelado con la crisis económica sufrida con especial virulencia en Europa en los últimos cinco o seis años. Los propios científicos su- frimos la crisis de valores y padecemos en nuestro traba- jo y en nuestras vidas la crisis económica. Además, los cien- tíficos del siglo XXI hemos desarrollado nuestras propias enfermedades emergentes, una de las cuales y quizá una de las más virulentas es la de la hipercompetitividad, que pone en riesgo la ciencia de calidad y socaba la confianza y la motivación necesarias para hacer buena investigación. Acaso el regreso al ideario bá- sico del buen científico sirva tanto para mejorar la propia actividad científica como para contribuir a una sociedad ne- cesitada de ilusión y principios. El poetaTomás Segovia con la serenidad que da la edad y la sabiduría dijo “es más importante ser bien leído que muy leído”.Y esto se puede aplicarmuy bien tanto a los tiempos que corren como a la ciencia de nuestros días, donde el ín- dice de impacto de cada científico y el núme- ro de citas de cada artículo científico se toman de forma simplista y exagerada como medidas del éxito profesional. Cuesta años de estudio y mucha calma tener una simple intuición.Por eso, ahora que todo vamuy rápido,necesitamos gen- te lenta.Ser lentonoes sinónimodeperezosoni de vago.Hay que recuperar colectivamente, glo-
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