NaturalMente4
n atural mente 4 ç sumario edificio del museo y el suelo y hasta entre los peldaños de las escaleras, pues sus semillas tie- nen expansiones con forma de ala retorcida y se dispersan fácilmente por el viento, hasta que se quedan encajadas en cualquier grieta, necesi- tando poco para brotar. En el norte de España, donde hay más humedad en los campos, arruinan prados con su invasión y es costoso luchar con- tra esta especie. Y también tenemos un ave invasora, las coto- rras argentinas, Myiopsitta monachus , que escapa- das o soltadas de sus jaulas por lo ruidosas que son, en unos pocos años han tomado al asalto casi todos los jardines de Madrid. A no ser que salgan volando, a veces no se diferencian bien en- tre las ramas por su color verde y gris, pero es casi seguro que vamos a escuchar su griterío. Los árboles tienen sus enfermedades y en el oto- ño no podíamos olvidarnos de las setas, en especial las setas de la madera, que aunque en estas fechas estén en pleno desarrollo, al ser de consistencia dura, se mantienen y se pueden ver en los tron- cos durante todo el año. Los hongos más fáciles de observar en una ciudad como Madrid, con su contaminación incluida, son los hongos yesqueros, Inonotus hispidus, que tienen la forma de una tarta adherida a los troncos enfermos. Son de color ne- gruzco por la parte de arriba y anaranjado por la inferior, con unos característicos poros y a veces, en plena maduración, con unas gotas colgantes. Se llaman yesqueros porque desde la antigüedad, dada su consistencia fibrosa, se han utilizado estos hon- gos secos para iniciar el fuego.También por ser tan porosos se han utilizado en medicina tradicional para retener hemorragias, quizás con algún poder antiséptico. Quedan, evidentemente, muchas especies por ver, conocer y descubrir en el jardín del Museo: varias especies de pino, cedro, eucalipto, fresnos, Los Benedito No puedo cerrar esta serie dedicada a nues- tro jardín en las cuatro estaciones del año sin pararme a contemplar el monolito con el bus- to en bronce de D. Luis Be- nedito Vives, que junto a su hermano José Mª, fueron los grandes artífices de la mejor parte de la colección de ani- males taxidermizados y la casi totalidad de grupos diorama que se pueden contemplar en las salas del MNCN. Se repar- tieron el trabajo, especializán- dose en mamíferos Luis y en aves José Mª. También su nie- to, José Luis Benedito Bruñó, trabajó en el Museo muchos años después y a él le debe- mos el ejemplar de dragón de Komodo que hay en la exposición de Biodiversidad. No le hizo mucha gracia a José Luis preparar este animal que procedía del Zoo de Madrid y llevaba largo tiempo en los congeladores. Los reptiles no eran “santo de su devoción” pero ante mi insistencia acome- tió el trabajo con ilusión, y eso a pesar de que le faltaba un gran trozo de piel en el vientre y a que no pudo usar ni la cabeza ni las patas, pues las recla- maron del departamento de Paleontología, por ser de gran interés sus huesos para anatomía comparada. Aun así, con moldes y ré- plicas hechos de las manos, pies y cabeza y modelando las escamas que faltaban en su panza, el resultado es más que satisfactorio. José Luis falleció en el año 2011, quede aquí un pe- queño homenaje junto al de su abuelo y tío-abuelo, con un cariñoso recuerdo del que fue un buen compañero de trabajo y un excelente amigo. arces, magníficos plátanos de sombra y hasta un productivo albaricoquero. Pero eso lo dejo para los visitantes curiosos, animándoles a buscar in- formación sobre esas especies, sean plantas o animales n
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