NaturalMente6

70 n atural mente 6 ç sumario en que lo había dejado el taxidermista hace cien años para mandarme de un envite a cinco déca- das de allí. A la glorieta de Embajadores, de la mano del tío Ramón.A esperar el veintisiete para ir al Mu- seo de Ciencias Naturales. - ¿Hay tigres? ¿Y leones? ¿Y osos? -Y esqueletos de dinosaurios, de tiburones, de mamuts. - ¿Y calaveras? Detrás de los cristales del autobús, Madrid me parecía una película del gordo y el flaco. Si acaso, algún colorín más y algún sombrero menos. Llegamos. Chispeaba. El museo de las maravi- llas nos contemplaba desde lo alto de un cerrillo. Solté la mano de mi tío para coger una piedra. - ¡Ni se te ocurra! -me agarró del brazo cuan- do lo echaba hacia atrás. -Es que… - ¡Es que, es que…! Es que no estás en el pue- blo. Es que a la próxima te empaqueto y te man- do con tu madre. Entramos. Minerales, fósiles, meteoritos ¡Un ¡Ya tenemos ganadores del I concurso de relato breve del MNCN ! Bajo la temática Mi primera visita al Museo Nacional de Ciencias Naturales , propusimos este concurso con el objetivo de conocer las historias, anécdotas y recuerdos de aquel día, de la primera vez que visitaste el museo. Agradecemos la participación de todos los que os habéis animado a mandar vuestros textos. Todos los relatos de ambas categorías, adulto e infantil, nos han emocionado y nos han hecho disfrutar y conocer bonitas vivencias del público que visita el MNCN. A continuación puedes leer los relatos seleccionados de las dos categorías. ¡Enhorabuena a los ganadores! -Ya vale, ¿no? -mi mujer me dio una patada en el zapato. Ese toro que miraba con fijeza un cuadro de Rubens en la sala 29 de la galería. Que movía los ojos con- migo para ver, envidioso, cómo el hermano retratado por el maes- tro flamenco llevaba en sus lomos a la más be- lla de t o d a s las Eu- ropas . E s e t o r o berren- do, ensa- banado y botinero, estaba a un paso de esca- parse de la quietud Ganador categoría adulto: ‘El toro y la luna’ -Ese toro enamorado de la luna… -canturreé por lo bajini cuan- do entramos en la sala y lo vi plantado encima de la peana. Desde un rincón, un joven uniformado se apartó el walkie-talkie de la boca para pedirme silencio. - ¿Estás tonto o qué te pasa? -a mi mujer tampoco le gustó la copla. -Lo que tú quieras -ahora, prevenido, apenas bisbiseaba-. Pero, dime, ¿qué hace un toro dise- cado en medio del Museo del Prado? Recorrí el animal de cabo a rabo. Su cabeza, alunarada de blancos sobre el pelo negro; su cuerpo, moteado de negros sobre la pelam- bre blanca. Acerqué mi cara a los pitones. La aparté antes de que volviera el reproche del vigilante. -Ese toro, ese toro...

RkJQdWJsaXNoZXIy ODk0OTk=