NaturalMente 20

9 n atural mente 20 ç sumario Para recibir un correo electrónico cuando salga el próximo número o darnos tu opinión escríbenos a naturalmente@mncn.csic.es visuales y químicas para comprobar que “la foto olorosa” preferida se corresponde realmente con el dueño del territorio y no con el olor de otro macho que pasaba por allí. Además, utiliza- rían otros rasgos del macho para decidir si final- mente lo eligen o no. En ambos casos, si la cosa funciona y lo preferido nos gusta, la elección de pareja seguramente se produzca y se encuentre el amor o, al menos, un encuentro reproductivo. ¿Por qué nos atrae lo que nos atrae? El ori- gen y la evolución de las señales sexuales. Un estudio reciente publicado en la revista Body Image por Jessica Strubel y Trent A. Petrie explica cómo el uso de las imágenes en las redes sociales y en las aplicaciones como el Tinder podrían pro- vocar la evolución de la estética mostrada en las fotos para asemejarse a la apariencia de los indivi- duos más exitosos. De la misma manera, la evolu- ción habría seleccionado aquellos rasgos que son preferidos por las hembras, eliminándose aquellos que las hembras no preferían. La selección po- dría haberse llevado a cabo simplemente porque las hembras preferían ciertos rasgos de algunos machos, los elegían preferentemente y, entonces, habrían sido los que más se habrían reproducido. De esta manera, los hijos de estos machos habrían heredado estos rasgos y, si se mantenía la prefe- rencia de las hembras en la siguiente generación, se habrían reproducido más fácilmente. Este he- cho fue descrito por Ronald Fisher en los años treinta y lo llamó la hipótesis del hijo sexy ( sexy sons hypothesis ). Si la preferencia de las hembras se mantuviese durante generaciones, probablemen- te, esos rasgos preferi- dos se acabarían convirtiendo en señales sexuales que participan en la comunicación sexual. Mucho se ha teorizado acerca de por qué las hembras se veían atraídas por unos rasgos con- cretos, como los olores, de los machos de más calidad. Una de las teorías propuestas es la hipó- tesis del sesgo sensorial, que explica que la re- cepción del estímulo olfativo sexual se produci- ría porque las hembras estarían predispuestas a responder a ese estímulo en un contexto no se- xual, por ejemplo, atraídas por el olor a comida. Así, el macho que produjese ese olor, tendría una ventaja con respecto al macho que no lo pro- duce. A la luz del estudio que mencionábamos, podemos preguntarnos si nuestras preferencias “Seamos humanos o lagartijas, puede que nuestros gustos estén determinados por presiones evolutivas que desconocemos” sexuales también se deben a un sesgo sensorial por algo no relacionado necesariamente con la elección de pareja. Pero, dada la evolución que la imagen personal experimenta para adecuarse a lo que es más elegido en Tinder , parece que también en los humanos, el que mejor se adap- ta al ambiente, es decir, a la señal preferida, es el que mayor éxito consigue. ¿De dónde vienen nuestros gustos? ¿Por qué nos atrae lo que nos atrae? Si en la variedad está el gusto, y allí donde hay variabilidad surge la selección, seamos huma- nos o lagartijas, puede que nuestros gustos estén determinados por fuerzas evolutivas que desco- nocemos. Para gustos, los olores n Los machos de lagartos y lagartijas secretan una sustancia cerosa a través de las glándulas femorales de sus patas. Con esta secreción, de composición química muy compleja, marcan sus territorios igual que hacen los cánidos o los felinos. En la foto, poros femorales de lagarto ocelado, Lacerta lepida.

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