NaturalMente 23

31 n atural mente 23 ç sumario Suscríbete Consulta aquí todos los números de NaturalMente La habilidad de los animales para el mimetismo y el camuflaje es fascinante y buenos ejemplos los tenemos aquí, en el Museo Nacional de Cien- cias Naturales. Las increíbles formas que alberga el reino animal nos revelan día a día la capacidad artística de ocultarse, con técnicas que les per- miten asemejarse a otros organismos o al en- torno que les rodea con el fin de sobrevivir. Las rayas de las cebras, los ocelos de las mariposas, los patrones del plumaje de las aves, son algu- nos de los casos que podemos observar.Aunque hay especies que no usan la visión como sentido primario, lo cierto es que jugar al despiste y al engaño del ojo ajeno es una práctica que nos resulta cautivadora. Como educadora en el museo te das cuenta de cómo los niños principalmente demuestran tener perspectivas diferentes de una misma rea- lidad. Por citar un ejemplo, es frecuente que du- rante las visitas guiadas, al mostrarles el aye-aye (un extraño primate nativo de Madagascar ubica- do en la sala de Biodiversidad), las caras de desa- grado se multipliquen al señalarles el tercer dedo de sus manos. Este sorprendente fino y alargado dedo terminado en una uña puntiaguda es una herramienta excepcional para el aye-aye. Con él Llevamos ya un año jugando con vosotros desde nuestras redes sociales a ¿Qué ves? Ojo… ¡que te pillo! Un concurso en el que las apariencias engañan, una invitación a observar lo que a veces pasa desapercibido, un reto en el que descubrirás cuánto puede desorientar mostrar solo una parte del todo. golpea la corteza de los árboles para detectar el movimiento de las larvas de insectos que viven debajo y las extrae a modo de brocheta para co- mérselas. A los niños, y en general al público, el aye-aye no suele resultarles agraciado, pues po- see grandes ojos y orejas, así como largos inci- sivos que le ayudan a romper las cortezas. Estos rasgos sumados a su inusual dedo despiertan un cierto rechazo e interpretaciones sobre poderes o facultades que realmente no tiene. Resulta cu- rioso que comparen sus manos con otro animal que, casualmente, tampoco suele ser santo de su devoción: las arañas. “¡Las manos del aye-aye pa- recen arañas!” es el comentario más frecuente y, El aye-aye, Daubentonia madagascariensi. En la página anterior se observa el detalle que se seleccionó para el con- curso. Xiomara Cantera

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