NaturalMente 25

14 n atural mente 25 ç sumario Suscríbete Consulta aquí todos los números de NaturalMente la papada, que las tenía que marcar más. José Luis se defendía argumentando que no tenía piel de la que tirar para hacerlas.Aún así, hizo lo imposi- ble por conseguirlo y con cientos de alfileres fue dando forma a las imposibles arrugas. La piel, como ya he comentado, no cubría una amplia zona ventral, así que hubo que cubrir esa parte con resina, con la que modeló las escamas como mejor pudo. Una vez el animal “puesto de pie”, seco y casi terminado, fue el momento de cortarle las manos y pies para entregarlos a la colección de Herpe- tología, como ya se había hecho con la cabeza y el resto del cuerpo despellejado. Entonces se les hicieron moldes de silicona y luego réplicas en re- sina y fibra, que son las que se incorporaron al animal taxidermizado, disimulando con perfección, igual que en la cabeza y vientre, las zonas de unión entre la piel y las piezas replicadas en resina. Finalmente llegó el momento de pintar para terminar de igualar las zonas “verdaderas” y las réplicas. Creo que hoy, poca gente que ve al dra- gón en su vitrina, llega a adivinar qué partes son y no son auténticas y, por supuesto, el trabajo que hay detrás de esa obra, aunque no sea tan llamativa como otras que se encuentran en las salas de exposición. El dragón de Komodo se colocó en la sala so- bre “Historia de laTierra y de laVida”, que se in- auguró en 1989, junto al gran cocodrilo del Nilo. Durante unos años los dos sufrieron incontables vandalismos por parte del público, por no estar adecuadamente protegidos. Las uñas e incluso al- gunos dedos fueron una y otra vez arrancados y repuestos por parte del laboratorio de taxider- mia primero y luego por el de restauración de Paleontología, igual que algunos dientes del co- codrilo.Ahora, desde 2012, por fin, se encuentra debidamente protegido y respetado en lo que vale, en su vitrina de la exposición Biodiversidad . Lástima que José Luis no pueda verlo ya. Quiero, con este artículo, hacer una reivindi- cación del trabajo de José Luis Benedito en el Museo, que tuvo la suerte de ser descendiente de una extraordinaria saga de artistas, pero la desgracia de estar continuamente comparado con ellos. Le tocó también vivir uno de los peo- res momentos para las piezas taxidermizadas del Museo, cuando se retiraron de las salas de exposición, se desmontaron grupos, se almace- naron de mala manera y hasta se despreciaron llamándolas “monigotes”. José Luis dejó su plaza de funcionario en el Museo donde no tenía ape- nas trabajo que hacer, en una época en que las piezas y los taxidermistas sobraban. Se fue para trabajar en su propio estudio, en el que continuó hasta su prematura muerte en 2011 con apenas 52 años. Muchas veces pienso, mirando el dragón de Komodo, que igual que en su preparación se ‘rompieron moldes’ para sacar adelante un no- vedoso trabajo, quizás, si hubiese tenido otro apoyo, se podría haber experimentado y hecho nuevas cosas en el Museo. Así lo hicieron en su momento sus antepasados, en la época de ese inigualable director del Museo que fue D. Igna- cio Bolívar, comprometido tanto con la ciencia como con las exposiciones y la educación n En su preparación se “rompieron moldes” para sacar adelante un novedoso trabajo. Positivo de foam (ocre) cubierto con masilla de mo- delar (gris) para darle la forma definitiva. Foto MNCN

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