NaturalMente 31

20 n atural mente 31 ç sumario Suscríbete Consulta aquí todos los números de NaturalMente Septiembre 2021 Desde nuestra más tierna infancia escuchamos en diferentes ambientes una pregunta que, por lo menos en España, se repite con machacona insistencia ¿Eres de ciencias o de letras? Esta dicotomía nos ata durante toda la etapa escolar y hay quienes nunca logran quitársela de encima. Afortunadamente son ataduras fáciles de eliminar, basta con tener curiosidad e interés, cualidades que deberíamos mantener toda la vida. Durante años he evitado cualquier contacto con el mundo científico, empeñada en que allí nunca habría sitio para alguien como yo, con un currículo puramente humanístico y a quien, por infortunio, aterran tanto los números. A menudo con una sonrisa, excusándome por no seguir una conversación más o menos rela- cionada con temas técnicos o científicos.“Es que soy de letras”. Hubo un tiempo en el que no me importó en absoluto, ya que entonces mantenía la absurda creencia de que el conocimiento hu- manístico estaba más próximo a los problemas reales de las personas, mientras que las ciencias seguían siendo ajenas e incapaces de aterrizar en cuestiones más sociales. Testimonios como este demuestran cuán abe- rrante es esa dicotomía creada entre ciencias y letras. ¿Qué dirían los filósofos clásicos de la separación del conocimiento en dos culturas di- ferentes y, en apariencia, contrapuestas? Aunque la línea que divide las humanidades de las cien- cias es cada vez más fina, la confrontación entre ambas técnicas es una creencia muy arraigada a la sociedad, alimentada especialmente por el sis- tema educativo. ¿Es menos científico aquel que siente placer al admirar una obra de arte? ¿Podría Cultura Material.Aquella era una historia desco- nocida, alejada de la cronología y de las anécdo- tas de reyes y papas que acostumbraba a estudiar El Hombre de Vitruvio o Estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano realizado por Leonardo da Vinci. / Pixabay preocupar a un filólogo el cambio climático? Para mí, sin embargo, la pregunta era: ¿Puede una his- toriadora y periodista escribir sobre ciencia? Aquel pensamiento me persiguió durante me- ses. La idea me resultaba arriesgada, a la vez que muy atractiva. Cuanto más me informaba sobre el mundo de la comunicación científica mayor era mi entusiasmo, aunque la incertidumbre también acudió a mí en muchos momentos, más de lo que yo había imaginado. Lo primero es que carecía de cultura científica, puesto que mis libros de biolo- gía y física quedaron arrinconados hace casi una década. ¿Qué iba a saber escribir yo sobre calen- tamiento global o sobre las energías renovables? Pero no fue tanto la complejidad de lo científico lo que me atemorizó realmente, sino el hecho de tener que abandonar todo lo relacionado con la historia, la literatura o el arte. Sentía que es- taba traicionando a algo o a alguien, a mí quizás. Entonces me pareció retroceder en el tiempo a esa clase de instituto donde me hicieron escoger entre el bachillerato científico o el humanístico. Los primeros días de clase porté una mochila llena de inseguridades que poco a poco se fueron descargando. Ese momento creo que llegó con la asignatura de Historia y Filosofía de la Cien- cia. “¿Había leído Historia?”. Newton, Darwin, Einstein y la revolución científica del siglo XX, la

RkJQdWJsaXNoZXIy ODk0OTk=