NaturalMente 31

22 n atural mente 31 ç sumario Suscríbete Consulta aquí todos los números de NaturalMente Septiembre 2021 con el mismo entusiasmo por explorar nuestra identidad evolutiva como especie e individuos. Para nosotros, los historiadores, un museo siempre es un buen refugio. Más aún si se trata del originario Real Gabinete de Historia Natural, uno de los más antiguos del mundo.A quien guste tirar un poco de imaginación puede revivir aquel 17 de octubre de 1771 cuando el monarca Car- los III, poco amante del boato y las ceremonias, inauguraba el primer museo dedicado a la edu- cación de sus ciudadanos. Como dice el escritor y filósofo Gustavo Martín Garzo, “la realidad ne- cesita de la fantasía para hacerse deseable”. Creo que no hay mejor forma para describir la esencia del MNCN, un lugar donde se trabaja con la cien- cia sin olvidar la imaginación y la fantasía, dos buenas herramientas para hacer llegar disciplinas que pueden parecer áridas. El Museo es en sí un narrador por excelencia. Entre sus muros se desprende una historia escri- ta desde la naturaleza y la investigación, que da forma y sentido al concepto de cultura científica. Para ello convierte la ciencia en algo tangible y práctico, alejada de la idea del talento o de la genialidad de unos cuantos. No exagero cuando digo que fue entre sus láminas, vitrinas y cuadros cuando comencé a hacerme un hueco en ese mundo de lo científico que tan lejano y extraño me había resultado siempre, pues allí la ciencia se aprecia como una especie de espectáculo que fa- vorece su percepción como algo vivo y creativo. A nadie pareció importar mi equipaje de “le- tras” porque allí no existe ninguna distinción entre disciplinas, sino que más bien actúa como puente entre ambas. Me topé con periodistas, his- toriadores de arte, biólogos, geólogos, pedagogos e incluso filólogos.Todos ellos, aunque de diferen- tes ámbitos, forman parte de un auténtico museo de ciencias. Se trata de un equipo que representa a la sociedad en su máxima totalidad porque, aún estando compuesto por personas de áreas de conocimiento alejadas entre sí, a la vez generan sinergias y planteamientos que suman diversidad. Estaríamos hablando de hacer accesible la ciencia para todos y tomarla como algo más cercano a la gente, evitando así su visión como algo inalcanza- ble e incomprensible. De todos mis hallazgos, fue el MNCN el que consiguió dar definitivamente con la respuesta a la pregunta “¿Puede una historiadora y periodista escribir sobre ciencia?”. Si bien las primeras notas de prensa vistieron más de rojo y tachones, poco a poco consiguieron adquirir forma en tiempo récord. Escribí sobre hormigas y planes agroam- bientales, ecosistemas bacterianos, estorninos e incluso petroglifos; temas completamente desco- nocidos para mí y que hubiese creído incapaz de abordar hace tan solo unos meses. Siempre diré que mis prácticas en el Museo fueron como vol- ver a las clases de biología, pero esta vez con la ventaja de llevar conmigo las ansias por aprender y querer formar parte del extraordinario mundo de lo científico. No tengo ni idea de lo que me deparará el futuro, si merodearé entre las sec- ciones de cultura o de ciencia, pero de si algo estoy segura es que he dejado de “ser de letras” para convertirme en una persona que percibe y disfruta del conocimiento sin divisiones. Porque el saber tiene muchas ramas y es polifacético, no solo son ciencias o letras n “Entre las vitrinas del MNCN comencé a hacerme un hueco en ese mundo de lo científico que tan extraño me resultaba, pues allí favorecen a percepción de la ciencia como algo vivo y creativo” El jardín del Eden, una de las piezas que se muestran en el Real Gabinete del MNCN // José María Cazcarra

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