NaturalMente 41

41 Marzo 2024  Sumario  Accede a todos los números Suscríbete Este modelo permite descentralizar la divulgación de las ciencias naturales de los principales núcleos de población y contribuir a la lucha contra el abandono del territorio rural Hace 4 años el geólogo José Manuel Gasca descubría, durante una carrera de montaña, el yacimiento de Santa Marina, en la localidad oscense de Loarre. El descubrimiento casi fortuito de más de 100 huevos de dinosaurio de hace 70 millones de años, nos enfrentó a un dilema que muchos paleontólogos han afrontado con anterioridad: nos encontrábamos ante un yacimiento excepcional y disponíamos de tiempo y recursos limitados para excavarlo, prepararlo y estudiarlo. En esa primera campaña recuperamos unos siete nidos incluyendo uno que pesaba casi dos toneladas. Un cálculo rápido nos llevó a una conclusión aterradora: preparar cada una de aquellas posibles nidadas iba a llevar entre seis meses y un año. El descubrimiento de Loarre había recibido una gran atención en los medios de comunicación. Más de un centenar de radios, periódicos y televisiones locales, nacionales e internacionales se había interesado por el hallazgo, y la población local tanto de Loarre como de la Hoya de Huesca se había volcado con nosotros y nos habían ayudado con la logística en la excavación. Había un enorme interés, y se había asentado entre los habitantes de Loarre que este descubrimiento iba a ser un revulsivo para la localidad oscense, un municipio con poco más de 300 habitantes censados. A pesar de tener el castillo románico mejor conservado del mundo, Loarre no vive del turismo. El castillo se encuentra 4 km antes de la entrada del pueblo, y muy pocas de los 100.000 personas que lo visitan cada año terminan parando en Loarre. La publicidad que estaba recibiendo el municipio y el potencial patrimonial del descubrimiento paleontológico habían calado entre la población. Aragón sabe que iniciativas como los centros satélite del Museo de Ciencias Naturales de Zaragoza y Dinópolis han demostrado que la paleontología ayuda a vertebrar el territorio. Y he aquí nuestro verdadero dilema: ¿cómo explicar a esta población entusiasmada que íbamos a tardar más de 2 años en poder empezar a estudiar los restos? ¿cómo reconocer que pasarían cuatro o cinco años hasta que supiéramos lo suficiente sobre los huevos fósiles para poder construir un centro de interpretación? Esta distancia temporal, a veces de una década, entre el descubrimiento y la puesta en ¿Cómo compartir el quehacer de quienes investigan en tiempo real? El reto es tan complicado como atractivo porque pocas cosas enganchan tanto a la ciencia como vivir en directo el entusiasmo y la emoción que produce el avance del conocimiento. Esto que parece tan complicado es lo que logran en el Laboratorio de Loarre, un lugar que enciende la curiosidad y da vida a la región oscense. Exterior del Laboratorio Paleontológico de Loarre / Laura de Jorge. La página anteiror Ilustración de Rosa Alonso que muestra cómo era Loarre en el pasado. valor de un yacimiento paleontológico es lo que hemos llamado “la brecha de estudio” y es un problema real. El trabajo paleontológico es minucioso, delicado y necesita tiempo, tiempo del que no siempre disponen los pequeños núcleos rurales que quieren aprovechar estos estudios para incrementar su potencial de desarrollo. Necesitábamos encontrar una fórmula que nos permitiera romper esta dinámica y llevar valor al territorio desde el minuto cero. Fue entonces cuando entendimos que había varias preguntas que repetían los visitantes del yacimiento: ¿cómo habéis encontrado estos restos?, ¿cómo sabéis dónde están los huevos?, ¿cómo los sacáis de las rocas? Nos dimos cuenta de que los fósiles llamaban su atención, pero también sentían curiosidad por las paleontólogas y paleontólogos que esta22 23

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