NaturalMente 41

Más allá de la utilidad del taller para mi línea de investigación, fue muy gratificante comprobar que muchos de los participantes cambiaran su opinión sobre las moscas 41 Marzo 2024  Sumario  Accede a todos los números Suscríbete esas pequeñas estructuras repetidas. Robert Hooke, que en su libro Micrographia (1665) había incluido el enorme dibujo de la cabeza ampliada de una mosca de la familia Syrphidae. O Antoni Van Leeuwenhoek, que además de insistir en que cada una de las pequeñas estructuras que componían un ojo compuesto tenía un contorno hexagonal, había sido capaz de mirar a través de una sección del ojo de una libélula y de usar su microscopio simple también como un telescopio. Para, de este modo, ver la llama de una vela, las ventanas de la casa de su vecino o la torre de la iglesia nueva de Delft, todas ellas invertidas y repetidas por cada una de las lentes de esa minúscula porción del ojo compuesto de aquella libélula. Pero, ¿cómo ve una mosca? Esa era la pregunta que desencadenaba la parte final del taller, en la que se pedía a los participantes que dibujaran cómo creían que una mosca vería un objeto, cualquiera que decidieran escoger. Tal y como había anticipado, y debido a cómo la visión de las moscas y de otros insectos ha sido erróneamente retratada en el cine, las series, anuncios, cómics, etc., la mayoría de dibujos multiplicaba cada uno de esos objetos, en un mosaico circular: decenas de flores repetidas, o de estrellas, árboles, manzanas, sillas, piruletas, trozos de pizza o caritas sonrientes2. La siguiente pregunta les descolocaba un poco: ‒¿Cuántos ojos tenéis? ‒¡Dos! ‒¿Cuántas veces veis algo? Lo que sea. Una sola mano, por ejemplo. ‒¡Do...! Hmmm ¿Una? ‒¿Y las moscas, entonces? 2 Dado que la explicación intermedia podía influir en el tercer y último dibujo, en talleres posteriores se ha dejado la explicación para el final, obteniendo resultados similares. A continuación, se les explicaba que, por mucho que la mayoría de personas tuviéramos dos ojos, no nos podíamos olvidar del papel del cerebro, que procesaba y fusionaba la información que le llegaba. De manera similar, tampoco podíamos olvidarnos del cerebro de las moscas. En esta conclusión, alguno de los días hubo incluso tiempo para esbozar dilemas filosóficos acerca de hasta qué punto podíamos llegar a conocer cómo veían las moscas. Puesto que no lo sabíamos todo al respecto y aunque podíamos continuar acercándonos, nunca íbamos a poder ser una mosca para experimentar el mundo como este insecto. En conjunto, la experiencia resultó muy interesante y útil. En primer lugar, para mi investigación, al mostrar cómo la sociedad puede asumir conocimientos erróneos que suponen científicos mediante contenidos audiovisuales, con una historia de siglos de adaptacioImagen tomada durante una de las sesiones en las que se impartió el taller ¿Cómo ven las moscas? / José María Cazcarra Con alguna pista, y a veces incluso sin ella, llegaban las respuestas: ¡Una lupa! ¡Un microscopio! Con su ayuda se podía ver mejor lo muy pequeño, incluso lo diminuto. Pero entonces les planteaba la contrapregunta: ¿habían existido siempre esos instrumentos? Alcanzar la conclusión de que no, no habían existido siempre, servía de pie para enseñarles algunas imágenes, y explicarles un poco de la historia del microscopio, y de los microscopistas que se habían interesado por las moscas y por sus ojos. Giovanni Battista Odierna, que mediante ilustraciones había comparado esos ojos compuestos con frutos como moras de morera o fresas silvestres, para tratar de comunicar la novedad que apreciaba a través de la lente, 76 77

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