NaturalMente5

49 n atural mente 5 ç sumario neros, tras meses de estancia en la soledad alucinógena del océano, creían ver en estas extrañas y humanas criaturas un espejismo en forma de las tan ansiadas mujeres. No se les puede culpar. Lo mismo le ocurrió a Marco Polo cuando confundió al rinoceronte de Sumatra con un unicornio. Es lo que tiene ir en busca de tie- rras inexploradas, que el an- siado encuentro con lo desco- nocido hace brotar las fantasías más asombrosas. Los cantos de las sirenas, como podemos leer en La Odisea de Homero , del año 800 a.C., atraían y perdían a los navegantes. Ulises llegó al extre- mo de ordenar a su tripulación, ya inmune a las seductoras melodías mediante tapones de cera, que lo ataran al mástil de su barco para poder saborear y al mismo tiem- po resistir, las tentaciones de esas doncellas marinas que le ofrecían el conoci- miento de todas las cosas del mundo. Posiblemente el mana- tí, con su sabia mirada y millones de años a sus es- paldas tenga también ese conocimiento. Sin embargo, el manatí no canta. Chilla, silba y gime, emitiendo múltiples sonidos para comunicarse, pero no canta. Y si lo hiciera, más bien sería un lamen- to, porque el animal quizá más pacífico del planeta ha estado al borde de la extinción. Su vulnerabili- dad ya quedaba claramen- te reflejada en la obra de Julio Verne 20.000 leguas de viaje submarino , cuando nos cuenta que […] los tripulantes del Nautilus se apoderaron de una media docena de manatíes con objeto de reabastecer las despensas de carne ex- celente, superior a la de vaca o ternera. La cacería no fue interesante. Los manatíes se dejaban herir sin defenderse […]”. Intensamente perseguidos durante siglos por su carne y por su piel, y ahora también amenazados por la contaminación y pér- dida de su hábitat, su supervivencia corre peligro. Pobre manatí. Más feo que el delfín, más pe- queño que la ballena, con mejor corazón que las sirenas, no ha sabido captar el interés de los au- tores de cuentos y películas infantiles. Los niños apenas lo conocen, y los padres tampoco. Espe- remos que su fama no sea póstuma n “El frío es su talón de Aquiles. Habitan a poca profundidad en las costas de América y África y en el río Amazonas y se alimentan de hierba, de ahí su nombre de ‘vacas marinas’” Reproducción del manatí del MNCN, en cada vitrina hay un código QR a través del cual se puede obtener más información de las especies representadas./ Servicio de fotografía del MNCN Un manatí con su cria. / Gaylen Rathbun, U.S. Fish and Wildlife Service “Los exhaustos marineros, tras meses de estancia en la soledad alucinógena del océano, creían ver en estas extrañas y humanas criaturas un espejismo en forma de las ansiadas mujeres”

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