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darnos tu oinión escríbenos a
naturalmente@mncn.csic.es¿Por qué hablar de manos cuando en realidad son patas?
El otro día, caminando por la calle escuché:“como
no te portes bien, hoy no te doy tus juguetes”. Pen-
sé, con ternura, pobre niño, hoy se queda sin jugar.
No fue poca mi sorpresa al girarme y ver que a
quién se dirigía la mujer no era a un niño, sino a un
pobre perro que miraba atónito a su dueña.
Este comportamiento es muy frecuente en el ser
humano y se conoce como antropomorfización.
Consiste en la atribución de rasgos, características,
cualidades y motivaciones propias de los humanos
a seres no humanos, especialmente a los animales.
No sólo humanizamos a los animales en nuestra
vida cotidiana, también es un recurso habitual en el
cine o la literatura (
Dumbo
,
Bambi
, etc.) e incluso
en la divulgación de la ciencia. Cuanto mayor es la
semejanza emocional o física que percibimos en los
animales, más fácil nos resulta identificarnos con
ellos y desarrollar un sentimiento de empatía.
Por este motivo el antropomorfismo se apro-
vecha muchas veces para convencer de la impor-
tancia de conservar la biodiversidad y proteger el
medio ambiente. Si tras el conocimiento hay una
cierta afectividad, la implicación y la interacción de
la gente es mayor. De ahí que sea más fácil encon-
trar financiación para programas de conservación
de especies como el lince o el oso panda que de
un escarabajo o un molusco.
Sin embargo, esto no siempre es positivo. De he-
cho es un recurso que provoca escepticismo, por
no decir rechazo, entre muchos científicos que opi-
nan que utilizar la antropomorfización para explicar
el comportamiento animal provoca que la mezcla
indiscriminada de ciencia y fantasía dificulte la com-
presión de la realidad y distorsione el trabajo de los
investigadores en aras de la divulgación.
Sin ir más lejos, hace poco fue viral una imagen en
las redes sociales en la que el fotógrafo Evan Switzer
había inmortalizado una escena en la que se veía a
un canguro macho ‘abrazando’ a una hembra muer-
ta, todo ello ante la atenta mirada de la cría. Los ti-
tulares no s
e hicieron esperar: “Canguro abraza a su
compañera muerta”,“El dolor de una familia de can-
guros” y un sinfín de epígrafes parecidos. Este es un
claro ejemplo de cómo la humanización desvirtua
la realidad de un comportamiento que dista mucho
de ser un último adiós. Expertos en la materia salie-
ron al paso de esta errónea versión antropomórfica
del amor verdadero entre canguros, explicando que
la intención del macho era la de aparearse con la
hembra muerta; es más, es frecuente entre estos
marsupiales una persecución a las hembras tan per-
sistente y agresiva que puede llegar a matarlas.
Aunque la humanización es un comportamiento
muy humano, sobre todo a la hora de divulgar la
ciencia y el conocimiento, es muy importante en-
contrar el equilibrio entre la accesibilidad, creativi-
dad e imaginación y el rigor científico.
No debemos olvidar que la ciencia aporta objeti-
vidad ante los planteamientos puramente emocio-
nales de los que nos dejamos llevar y que muchas
veces disfrazan la realidad. Nuestras amadas mas-
cotas no tienen piernas sino patas, y no necesitan
zapatos para caminar. La percepción humanizada del
comportamiento animal nos impide deleitarnos con
la naturaleza, apasionante por sí misma.
En Naturalmente intentamos que divulgación y
motivación sean los dos sustantivos que acompa-
ñen a la ciencia y que el lector tenga una mirada
objetiva ante las maravillas del mundo natural que le
rodea. Esperemos que disfruten de este número
n
Cristina Cánovas
@cristinacanova3
“La percepción humanizada del
comportamiento animal nos impide
deleitarnos con la naturaleza,
apasionante por sí misma”
Evan Switzer