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es complicado llegar a esta región en época de
lluvias porque la carretera está cortada, pero no
este año. El tercer día, algunas gotas matutinas
nos dieron esperanzas de que al fin se iniciasen
las lluvias fuertes, pero fue un espejismo. Enton-
ces no sabíamos que ese sería prácticamente
todo el agua que íbamos a tener en casi un mes
de viaje.
Poco a poco fuimos encontrando multitud de
especies en diferentes zonas, pero siempre en
pequeños números. Al anochecer, los machos
de ranas se agrupaban cerca de masas de agua,
arrozales o arroyos, y comenzaban a cantar para
atraer a las hembras. Muchas de las especies de
anfibios presentes en Madagascar se reproducen
sobre la vegetación que crece cerca del agua, de
forma que las puestas cuelgan de las hojas y la
lluvia arrastra a los pequeños renacuajos hacia
el agua en cuanto están algo desarrollados. Las
pocas puestas que vimos colgaban plácidamente
sobre terrenos yermos y secos, otrora con agua.
En algunos casos, los renacuajos caían al vacío
para morir en el suelo seco que se supone que
debería estar encharcado, lo cual observaríamos
en varios lugares a lo largo de nuestro viaje.
La situación de sequía se repetía a medida que
retornábamos hacia el sur. En el
la falta de agua era tan extre-
ma que los campos de arroz se habían secado,
“Hemos podido observar en
primera persona los efectos que
El Niño ha provocado en los
ecosistemas y las comunidades
locales. La época de lluvias se
parece demasiado a la seca”
Un ejemplar de rana venenosa en la zona de contacto entre Mantella crocea y Mantella
milotympanum, mostrando caracteres de ambas especies./ DavidVieites
Una hembra de Boophys tasymena. Su piel transparente que deja ver los órganos
internos. / DavidVieites