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darnos tu opinión escríbenos a
naturalmente@mncn.csic.esSelección natural*
Charles Darwin es el padre de una de las ideas
más luminosas que existen.Gracias a ella sabemos
que todos los seres vivos procedemos de un an-
tepasado común, que las especies varían a lo largo
del tiempo y que tal variación, a la que llamamos
evolución, se produce en virtud de un mecanismo
denominado selección natural.
Simplificando mucho, la evolución se produce
porque no todos los individuos de una pobla-
ción o especie son iguales. Hay diferencias ge-
néticas entre ellos, diferencias que pueden te-
ner su origen en cambios producidos al azar en
la información genética de cada individuo (mu-
taciones), en el flujo genético entre poblaciones
por cruces entre los individuos de diferentes
procedencias, así como en otro tipo de pro-
cesos. Como consecuencia de esas diferencias
no todos los individuos tienen la misma aptitud
biológica. Unos dejan más descendencia que
La selección natural no es, como en demasiadas
ocasiones se señala,un mecanismo basado en una lu-
cha a vida o muerte entre unos individuos y otros o
entre unas especies y otras.No consiste en la victoria
del fuerte y la derrota del débil. Hay mucho menos
dramatismo en la forma en
la que opera. La clave radica
en las diferencias en el éxi-
to reproductivo.Y contra lo
que muchos sostienen, tam-
poco actúa en beneficio de
los rasgos que favorecen los
comportamientos que con-
sideramos egoístas, crueles
o malvados. La cooperación,
el altruismo, la generosidad o, incluso, el amor son
actitudes, rasgos o emociones que también son, en
última instancia, el resultado de la selección natural.
Estamos aquí porque nuestros antepasados dejaron
más descendencia que algunos de sus coetáneos, y
eso pudo ocurrir por razones diversas, incluido el
azar. En ocasiones fue porque obtuvieron mejores
cosechas; en otras porque superaron una enferme-
dad grave en su niñez; quizás fueron crueles con sus
semejantes y gracias a eso consiguieron un lugar
para vivir; o quizás resultaron muy atractivos como
pareja; también pudo ser porque fueron generosos
con sus vecinos,o -¿por qué no?- apasionados aman-
tes. La selección natural no peca, ni es virtuosa, no
sabe de moral, ni de propósito, ni tampoco de sen-
tido. De eso sabemos nosotros, los seres humanos.
Por algo será.
Juan Ignacio Pérez
@Uhandrea
otros, y las características de los que tienen un
mayor “éxito reproductivo” (mayor descenden-
cia) son las que, con el tiempo, acaban siendo
más abundantes en la población o la especie, ya
que quienes las poseen son más numerosos que
los que carecen de tales
atributos. Puede incluso
llegar a ocurrir que todos
los individuos acaben te-
niendo esos rasgos. Así es
como cambian, a lo largo
del tiempo, las poblacio-
nes y las especies.
Ese proceso se parece a
la selección que se realiza
de forma artificial con determinadas variedades
de plantas, ganado o animales de compañía; solo
que en el caso de la selección natural no hay un
agente consciente que conduce la evolución en la
dirección deseada (vacas que producen más leche,
por ejemplo), sino que son las características del
entorno las que inciden sobre la selección de unas
variedades u otras. En ese sentido, las condiciones
ambientales “seleccionan” las variedades de ma-
yor aptitud biológica. Nótese que en este contex-
to el concepto de aptitud biológica no es absoluto,
sino que depende de las características del medio.
En otras palabras: un rasgo beneficioso en Bogotá
puede ser muy perjudicial en Bilbao, y un rasgo
muy conveniente hoy puede ser letal dentro de
cincuenta años.Además, ahora sabemos que en las
especies culturales, como la nuestra, la interacción
entre factores biológicos y elementos culturales
tiene una incidencia decisiva en el proceso evo-
lutivo.
“En la selección natural no
hay un agente consciente que
conduce la evolución sino
que son las características
del entorno las que inciden
sobre la selección”
*Este artículo fue publicado en la sección #con_
ciencia del diario
Deia el pasado 14 de febrero.