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atural
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ç sumarioNatural de Basilea. En 1919, el primer Okapi vivo
llegó a Europa, donde duró solo 51 días, en el
Zoológico de Antwerp (Bélgica).
Los museos de historia natural de todo el mun-
do también competían por incluir uno en sus sa-
las y el Museo de Ciencias Naturales de Madrid
se sumó a tal fin. Ignacio Bolívar, su director en
aquella época, había descubierto al sorprendente
animal en el Museo Real
de Historia Natural y el
Museo Tervueren, en Bru-
selas y no tardó en solici-
tar un ejemplar. Tras unas
fructuosas gestiones diplo-
máticas en agosto de 1904
el Museo recibía, no sólo
la piel, sino también un es-
queleto completo de un
okapi. Fue un regalo muy
valioso, ya que el de Madrid era uno de los pocos
Museos que lo consiguió. Según las palabras de
Ángel Cabrera “... los naturalistas españoles no
agradecerán nunca bastante el desprendimiento
que supone la cesión de tales tesoros científicos”.
Nadie imaginaba que este iba a ser un viaje
de ida y vuelta. Las carencias que la institución
manifestaba en aquella época se vieron patentes
al carecer de personal adecuado para realizar la
taxidermia de los ejemplares (posteriormente se
supo que eran dos diferentes), y piel y huesos
regresaron a Bruselas para montarse.
Finalmente los okapis –la piel de un macho y el
esqueleto de una hembra- se acomodaron en las
salas del Museo, y hoy pueden disfrutarse en la
exposición permanente de Biodiversidad.
Además de presentarse en ciencia y sociedad,
el okapi también comenzó a formar parte del
ámbito literario, como reflejan obras como la de
Ernest Ganville “In search of the okapi”, de 1904,
o “Tarzán and the leopard” escrita por Edgar
Rice Burroughs en 1935. En la actualidad pelícu-
las como “Madagascar” o
la segunda parte del “Rey
León” han incorporado al
okapi en su elenco de ac-
tores (en la vida real nunca
podría tener a Simba de
compañero de camerino,
pues como ya sabemos no
hay okapis en la sabana. Es
la magia del cine).
Sin embargo en 1959 el
okapi desapareció del mapa, dejaron de encon-
trarse signos de su existencia en la zona. Puede
que se escondiera…o puede que sus poblacio-
nes decayeran tanto que casi llegó a desaparecer.
La buen noticia es que el 10 de septiembre de
2008, casi 50 años después, la Sociedad Zooló-
gica de Londres anunció al mundo que aparatos
fotográficos colocados por ellos habían tomado
fotos al okapi en su ambiente natural en el Parque
Nacional de Virunga; a cientos de kilómetros de
la reserva natural consagrada a la conservación
de esta especie en las selvas del Ituri. Milagrosa-
mente lograron sobrevivir, no sólo a la caza, sino
también a años de conflicto y guerras, tan triste-
mente frecuentes en esa parte de África. El instin-
to de supervivencia, tan práctico en la naturaleza,
les llevó a esconderse lejos del foco de atención.
Bien por ellos.
Hoy en día el okapi es símbolo de la República
Democrática del Congo, y está catalogado en Pe-
ligro de Extinción
n
“El MNCN tiene en su
exposición permanente un
ejemplar de okapi que se
montó con la piel de un
macho y el esqueleto de
una hembra traídos desde
Bruselas”
El okapi del MNCN./ Servicio de fotografía del
MNCN