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atural
mente 7
ç sumarioQuién le iba a decir al explorador Henry Morton Stanley, famoso por sus numerosas expediciones a la
misteriosa África Central, que no sólo iba a pasar a la posteridad por encontrar al misionero perdido
David Livingstone (“El dr. Livingstone, supongo”), sino también por su indirecta contribución en el
descubrimiento del mítico unicornio africano: el okapi.
Y es que a finales del siglo XIX África era, y
sigue siendo en la actualidad, un continente col-
mado de misterios.Y Stanley dio la primera pista
para resolver uno de sus secretos mejor guar-
dados.
Pongámonos en situación.
Republica democrática de
Congo (antiguo Zaire), un bos-
que lluvioso, denso y extrema-
damente abundante en rique-
zas naturales, prácticamente
onírico, conocido como “el
edén” por antiguos explorado-
res y naturalistas: es el bosque
de Ituri, uno de los grandes
bosques salvajes del mundo.
Desde tiempos muy remotos
allí habita una legendaria criatura. Su existencia,
nunca constatada fuera de las fronteras de ese
santuario natural, pasa a convertirse en un rumor
que atraviesa el continente europeo, deseoso de
tener historias que imaginar. Se convierte en un
ser mítico, el unicornio africano. Y sin embargo
es muy real, de sobra conocido por los nativos
de la zona. Se trata del okapi.
Fue ignorado por el mundo occidental hasta
1890, cuando Stanley, uno de los exploradores
mas relevantes de la época, durante su viaje
a lo largo de las riberas del río Congo, refe-
ría en su diario que los nativos de la zona, los
pigmeosWambutti, hablaban sobre un peculiar
animal que ellos veían similar
los caballos de los explorado-
res y al que llamaban O’Api.
Esta pista hizo que a partir
de ese momento se especu-
lara con su existencia real,
creciendo la curiosidad hacia
esta enigmática criatura.
Años más tarde, el botánico
y explorador británico Sir Ha-
rry Johnston se sintió atraído
por los relatos de Stanley y fue
en busca de esa posible especie
ignorada por la Ciencia. Como hizo el primero
en su momento, fue al encuentro de los Wam-
butti, que le describieron a un asno de color
pardo-rojizo y rayas blancas y negras. Esto hizo
que inicialmente Johnston pensara en la existen-
cia de una especie de cebra de bosque tropical,
algo inaudito porque nunca antes se habían visto
cebras en esa parte de África, y menos en un
hábitat de esas características (las cebras viven
en la sabana). Sin embargo, pese a sus esfuerzos,
no lo logró ver.
Okapi africano,
Okapia johnstoni,
Charles Miller
“El okapi tiene un
patrón de coloración
único, que le permite
camuflarse entre
la espesura de la
vegetación y las hojas
marchitas de las selvas
en las que vive”