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Nuestra llegada al punto de encuentro ilustra
muy bien la precariedad de los medios emplea-
dos para divulgar el trabajo que realizan nuestros
paleontólogos. Sin duda, es un fiel reflejo del des-
interés de la Administración por convocar plazas
de científicos y técnicos, así como de dotar del
presupuesto necesario para realizar una investi-
gación acorde con la importancia del yacimiento.
El entusiasmo y dedicación de los paleontó-
logos, muchos de ellos muy jóvenes, suplen con
creces la carencia de recursos. Han pensado en
todo, sin olvidarse de los niños, un público in-
condicional. Por eso, no quieren que se vayan del
yacimiento sin dibujar sus animales fósiles pre-
feridos, aunque para ello sólo dispongan de una
gran hoja de papel en una mesa de plástico de
jardín, protegidos del abrasador sol de julio por
una modesta sombrilla.
Nos acercamos al lugar donde han improvisa-
do un pequeño auditorio al aire libre para con-
tarnos la historia del yacimiento. En un barracón
de obra han colocado unos posters para que si-
gamos más fácilmente el relato. Nos sorprende
que, al igual que ha ocurrido en otros muchos
descubrimientos paleontológicos o arqueológi-
cos, el hallazgo fue casual.
Ocurrió en julio de 1991 durante la prospec-
ción de unos terrenos en busca de sepiolita por
la empresa TOLSA. Un periodista alertado de la
gran concentración de huesos fósiles hallados en
el Cerro de los Batallones (Torrejón de Velasco,
Madrid), se puso en contacto con el MNCN. La
visita de los paleontólogos no se hizo esperar.
Y aquí comienza la historia reciente de Batallo-
nes; para conocer la otra, tenemos que volver al
Mioceno.
“El entusiasmo y dedicación
de los paleontólogos suplen
con creces la carencia de
recursos. Han pensado en todo,
sin olvidarse de los niños, un
público incondicional”
Los niños dibujan sus fósiles preferidos. Foto: Susana Fraile. El público visitante atiende a las explicaciones de los paleontólogos. Foto: Susana Fraile.