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n

atural

mente 10

ç sumario

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naturalmente@mncn.csic.es www.naturalmentemncn.org

coronar nuestro objetivo, hace frío y nos atacan

un viento infernal y la llovizna de las nubes ama-

zónicas que se retuercen nerviosas al otro lado.

El panorama desde aquí se adivina magnífico, pero

hoy la niebla apenas deja ver nada.A partir de este

punto, casi todo es bajada, mientras la mole cris-

talizada del Mururata nos vigila a ratos. Sortea-

mos lagos de montaña y turberas infinitas donde

pastan rebaños de llamas. Hacia el final del día el

hábitat se vuelve más húmedo y adecuado para

nuestras ranitas: emoción. Llegamos cansados, ya

de noche, a la minúscula localidad de Takesi, que

da nombre a la ruta, y entonces… ¡bingo! Machos

de

Psychrophrynella

sp. empiezan a cantar entre los

muros centenarios de la aldea. Durante esa noche

y la mañana siguiente reunimos un buen montón

de ejemplares de lo que sin duda es una nueva

especie. Como si se encontraran únicamente en

aquel pueblito perdido, no hallamos ni uno más a

lo largo de la ruta, pese a remover toneladas de

piedras. ¡Hemos tenido una gran suerte al per-

noctar justo ahí!

Lo que en algunos tramos era una ancha, sólida

y majestuosa calzada empedrada, se va convirtien-

do, a medida que descendemos, en una estrecha

y casi intransitable senda por la jungla lluvio-

sa. Entre agapantos y crisantemos, atravesamos

haciendas desiertas y llegamos por fin al fondo

del valle. Asustan la fuerza y el estruendo del río

Takesi, que hay que cruzar a veces sobre endebles

puentes. Justo al final del camino, y tras tres días

de caminata, aparece a orillas de camino un

coatí ,

Nasua nasua

, que nos permite admirarlo a gusto

unos cuantos minutos, como quien ofrece un pre-

mio a los valientes que alcanzan la meta final. En

la localidad minera de Mina Chojlla, tomamos un

minúsculo bus que, cerrando el círculo y antes de

enfilar hacia La Paz, cruza primero por Yanacachi

(pero hoy estamos de paso y no requerimos nin-

gún “alojamiento con piscina”).

En nuestro exiguo equipaje viaja un tesoro: bol-

sas de plástico con ranitas de panzas coloridas.

Carecen de nombre.Tenemos tiempo para pensar

cuál le pondremos durante las tres horas de viaje

que, por serpenteante carretera, nos devuelve sa-

nos y salvos a la ciudad.Contemplamos por última

vez estos soberbios bosques de niebla, sin poder

creer del todo que en menos de un par de días es-

taremos sentados en nuestros despachos, como

si nada hubiera pasado. Pero así ha de ser, porque

llevamos muchísimo trabajo de vuelta.

Estamos satisfechos de contribuir al crecimien-

to de las

colecciones científicas de nuestro Museo

y de las instituciones bolivianas con las que cola-

boramos, y es que esta parte dura pero gratifican-

te del trabajo de campo es sólo el primer escalón

para, poco a poco, ir completando el inventario de

la fauna desconocida de anfibios del país.

Hasta el año que viene, Bolivia

n

Macho de posible especie nueva de

Psychrophrynella

cuidando de una puesta en avanzado

estado de desarrollo.

“Contemplamos

por última vez

estos soberbios

bosques

de niebla

sosteniendo

nuestro exiguo

equipaje, que

esconde un

auténtico un

tesoro por

describir”