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ç sumario www.naturalmentemncn.org

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un correo electrónico cuando salga el próximo número

o

darnos tu opinión escríbenos a

naturalmente@mncn.csic.es

No sé de dónde viene mi amor por la naturaleza. Quizás sea algo

genético, puede que porte esa mutación, cada vez más extraña en

nuestra especie, que hace que respetemos y admiremos nuestro

entorno y a los seres con los que convivimos. Por otro lado, es

posible que no se trate de algo innato, sino

adquirido del entorno en el que crecí. De ser

así, estoy convencida de que el Museo de

Ciencias Naturales de Madrid fue uno de

mis grandes maestros.

Siempre me han encantado los animales.Todos.

Bueno, algunos más que otros. Las cucarachas

nunca han sido de mi agrado y los humanos me

gustan de vez en cuando.

Cuando era niña, los domingos significaban una

cosa: visita al Museo de Ciencias. Recuerdo ha-

ber recorrido una y otra vez las exposiciones

admirando incansablemente los animales que

se escondían tras las vitrinas. Los esqueletos, el

elefante, el calamar gigante, los lobos, los pája-

ros… Mi mente infantil no llegaba a compren-

der de dónde habían salido esas criaturas ni por

qué estaban allí, tan sólo me limitaba a obser-

var aquella porción de la naturaleza congelada

en el tiempo. También recuerdo la primera vez

que viajé al pasado al entrar en el Real Gabine-

te de Historia Natural, como si de repente me

encontrara en algún punto lejano de la historia.

O del asombro que sentía al atravesar la galería

que lo rodea, cuyas paredes repletas de animales

me parecían inmensas e inalcanzables. Sin embar-

go, cuando pienso en el museo

hay dos imágenes que acuden

a mi cabeza instantáneamente.

Una de ellas son los minerales.

En cada visita no me daba por

vencida hasta que conseguía que

mis padres me compraran una

de esas rocas tan brillantes que

me parecían mágicas y misteriosas.

A lo largo de los años, conseguí una

colección digna de exponer. La otra

cosa que asocio irremediablemente

con el museo es un animal: una

tortuga enorme de color

negro que me fascinaba y

a la que seguiría admi-

rando a lo largo de los

años.

“Al

acabar

la carrera

de Biología me

plantee cambiar

de rumbo,

abandonar la

biología… hasta

que se me ocurrió

la brillante idea

de acudir a mi

viejo maestro:

El MNCN”

La tortuga laud,

Dermochelys coriacea:

una tortuga enorme de color negro que

me fascinaba y a la que seguiría admiran-

do a lo largo de los años. / Jairo O.