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mente
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ç sumario www.naturalmentemncn.orgPara recibir
un correo electrónico cuando salga el próximo númeroo
darnos tu opinión escríbenos a
naturalmente@mncn.csic.esDurante mi adolescencia, me alejé del mun-
do de las ciencias naturales por un tiempo. Sin
embargo, mi interés resurgió con más fuerza
en los últimos años de colegio. El estudio de
las Ciencias de laTierra me descubrió el efecto
invernadero, el cambio climático, la destrucción
de la capa de ozono, la contaminación por plás-
ticos y todo un sinfín de catástrofes producidas
por el ser humano.Todo ello, unido a las noti-
cias sobre el maltrato animal, las extinciones y
la destrucción de la biodiversidad fue lo que
despertó mi deseo de salvar el mundo. Pensé
que el camino correcto para conseguirlo era
estudiar Biología.Así, con motivación y mucho
esfuerzo logré que me admitieran en la carrera.
Había cumplido un sueño. Había logrado
atrapar la ola y agarrarme a ella con fuerza. Lo
que no sabía era lo difícil que me iba a resultar
mantenerme a flote.
El primer día de una nueva etapa siempre es
extraño. Un edificio nuevo, gente desconoci-
da… Cuando comenzaron las clases, todo me
gustaba y, como era de esperar, mi asignatura
favorita era Zoología.Aquel primer año descu-
brí que los profesores no sólo dan clase, sino
que también investigan, y lo que eso significa.
Algunos transmitían tanta pasión por su traba-
jo que lograban que saliera de clase decidida a
seguir su camino. Se parecían mucho a los su-
perhéroes que había imaginado, pero llevaban
bata en lugar de capa.
Desde el primer instante nos advirtieron de
que en ese mundo no entra cualquiera. Y los
que entran, tienen que luchar duro para que-
darse. Recuerdo que, en una de las primeras
clases, nos preguntaron quién quería dedicarse
a la investigación. Yo levanté la mano, sin pe-
sarlo un instante. El profesor en cuestión nos
miró un momento y dijo: “Siento deciros que
menos de la mitad logrará serlo” Fue un jarro
de agua fría sobre nuestras cabezas. Sin em-
bargo, no quise creerlo. En materia académica
siempre había conseguido lo que me propo-
nía a base de estudiar y trabajar duro. Lo que
aprendería años más tarde, es que en la univer-
sidad sólo eso no es suficiente. Poco a poco,
me sumergí en el bucle de competitividad en
el que entramos o, más bien, al que nos empuja
este sistema educativo en el que sólo somos
un número. Así, comenzó la tormenta: ansie-
dad, desmotivación, ganas de dejarlo todo. Ese
fue el resultado del segundo año de carrera en
el que, además, llegó mi mayor desilusión con
unas prácticas en las que descubrí que tampo-
co servía para trabajar cuidando animales en
un centro. Por alguna razón, no conseguía en-
contrar mi sitio.
Así, a pesar de que el último año fue el me-
jor de todos, al acabar la carrera pasé un año
dudando, planteándome cambiar de rumbo y
trayectoria, probar suerte en otras cosas…
hasta que se me ocurrió la brillante idea de
acudir a mi viejo maestro. En realidad, nunca
he abandonado el museo. A lo largo de la ca-
rrera realicé visitas con algunas asignaturas,
acudí regularmente a los seminarios e incluso
intenté meter la cabeza en algún grupo de in-
“En la universidad descubrí que los
profesores no sólo dan clase, sino
que también investigan. Algunos
transmitían tanta pasión por su
trabajo que para mí eran como
superhéroes con bata en lugar de capa”
El Real Gabinete de Historia Natural, una puerta hacia el pasado
rodeada por una inmensa galería repleta de animales. / Jairo O.