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atural
mente3
ç
suelo siempre mojado del bosque. Afortunada-
mente, estas especies persisten con la infección,
sindañoaparente.Noobstante,por surestringida
distribución y su adaptación a hábitats ymicrohá-
bitatsmuy específicos, es razonable suponer que
el cambio climático (jun-
to a otros factores como
alteraciones en el uso del
suelo) puede representar
una amenaza importante,
y no es descartable una
posible sinergia de efec-
tos negativos entre dicho
cambio y la infección por
Bd
. Para explorar este
problema, estamos estu-
diando los requerimientos térmicos de estas es-
pecies a lo largo de gradientes altitudinales para
estimar cómo el calentamiento del clima (cuyo
efectoesmuy visibleen losAndes tropicales),po-
drá afectar a su supervivencia.
Pero pienso en los
Telmatobius
y…me resulta
inconcebible e inaceptable haber llegado justo a
tiempopara descubrir una seriede especies que,
tras millones de años de existencia, iban a ser
borradas de la faz de laTierra ante mis propios
ojos, como quien dice, un instante después. No
sé si el haber asistido a este espectáculo debo
considerarlo un privilegioo una desgracia.Sobre
quienes hemos vividouna experiencia semejante
con los anfibios—“taxonomía forense”, lo llama
un colegamío— planea ahora una pregunta para
la que jamás obtendremos respuesta: ¿a cuántas
especies nohabremos llegado a tiempo,y habrán
desaparecido para siempre sin haber llegado ni
siquiera a conocerlas?
Una línea de investigación que se basaba en la
celebración constante de la diversidad y la es-
peciación, consagrada a inventariar y describir la
fauna de anfibios de una región del mundo, se
reorienta ahora para integrar también aspectos
funestos con objeto de determinar cuántas es-
pecies seguiremos añadiendo a la lista y cuántas
tendremos que borrar.Mientras rastreo la pista
de
Bd
por aquellos paisajes, sigo sacando frascos
de mi armario para continuar describiendo es-
pecies aún desconocidas.Algunas tal vez ya no
existanmás que en losmuseos. ¿En qué quedará
el balance final? ¿Cómo estará el asunto dentro
de otros 27 años? ¿Le interesará a alguien? Oja-
lá para entonces todo esto no sea puro olvido,
dejado al albur de corrientes de pensamiento
que buscan que la ciencia se aleje de su labor
primordial—generar conocimiento— para sólo
producir dinero.
NM
Ejemplar macho de una especie no descrita de
Psy-
chrophrynella
sp. de Bolivia cuidando su prole; de los
huevos nacerán ranitas ya totalmente formadas.
minución considerable ymuchas poblaciones han
desaparecido.
Actualmente estamos ultimando un estudio
sobre la evolución y extensión de la quitridiomi-
cosis en Bolivia,basado en el análisis deADN de
muestras de piel obteni-
das de cientos de ejem-
plares de ranas, tanto en
el campo como en colec-
ciones científicas de mu-
seos de América Latina,
EstadosUnidos y Europa.
La complejidad del fenó-
meno desborda todas las
previsiones. Por ejemplo,
gracias a las colecciones
históricas de nuestroMuseo hemos descubierto
que ya había ranas infectadas al menos desde la
segunda mitad del siglo XIX, pese a que no hay
indicios de declinaciones o extinciones hasta los
años 90 del sigloXX. Parece evidente que debe
de haber en juego cepas diferentes de
Bd.
¿Qué
disparó el efecto patogénico? ¿Estaba ya ahí el
agente infeccioso,o entró desde fuera?
Este hongo constituye la mayor pesadilla para
cualquier herpetólogo que ame a sus objetos de
estudio por encima del interés científicodel pro-
blema epidemiológico planteado.
Bd
es un orga-
nismo acuático, y por tanto afecta sobre todo a
anfibios acuáticos como
Telmatobius
,pero ello no
evita que especiesmás terrestres se libren de su
amenaza. Hemos comprobado que las ranas del
género
Psychrophrynella
también están infectadas,
pues el hongo vive en los musgos húmedos y el
“Los efectosde la
quitridiomicosis seguramente
hanprovocado la extinción
total de lasocho especiesde
Telmatobius
de bosquesde
niebla enBolivia” ”
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