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atural
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ç sumariose remonta a la referencia de las Hurdes que
hace Lope de Vega en su comedia Las Batuecas
en 1597, concretamente a las existentes en el
Canchal de las Cabras Pintadas, en la Alberca.
Sin embargo, no es hasta finales del siglo XVIII
cuando se realizan las primeras copias, de ma-
nos de D. Fernando López de Cárdenas, párro-
co de Montoro, que estudió y envió copias de
las pinturas existentes en la Batanera y otras
localidades de Sierra Morena al Conde de Flo-
ridablanca con destino al Real Gabinete de His-
toria Natural.
En 1868 el catedrático de Granada, D. Manuel
de Góngora Martínez, da a conocer la existencia
de la cueva de los Letreros:
“Séame permitido
notar que los signos y figuras de Velez-Blanco están
hechos con tinta rúbrica, como los de Fuencaliente.”
Desde los inicios estos signos que hoy cono-
cemos como arte esquemático fueron considera-
dos jeroglíficos, asociándolos a los tipos fenicios,
egipcios y cartagineses, por lo que en su inter-
pretación solo cabía el hecho de tratarse de un
tipo de lenguaje característico de las “tribus” que
habitaron la península.
La creación de la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas promovió el ri-
guroso estudio, copia y reproducción de manera
sistemática de las pinturas rupestres de cuevas y
abrigos a lo largo de buena parte de la geografía
española. Una vez localizadas se tomaban foto-
grafías y los artistas Juan Cabré Aguiló y Francis-
co Benítez Mellado copiaban las pinturas rupes-
tres calcándolas directamente en las paredes de
piedra. A partir de ese primer trabajo reprodu-
La exposición del MNCN / Jesús Juez
Detalle de El Tajo de las figuras. Laguna de la Janda,
Cádiz. Juan Cabré Aguiló, 1913. Lápiz a color sobre
papel de barbas
“Gracias al minucioso
trabajo de la Comisión
de Investigaciones
Paleontológicas y
Prehistóricas y la
restauración del IPCE hoy
podemos contemplar y
estudiar las pinturas que
dejaron nuestros ancestros”