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atural
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ç sumario www.naturalmentemncn.orgmiembros y se afincó en Londres, en el Natural
History Museum. En 1961 se publicó el primer
Código Internacional de Nomenclatura Zoológica
,
seguido por otras tres ediciones en 1964, 1985
y 1999. De todas ellas menos de la de 1985 ha
habido versión española.
En la Comisión ha habido miembros hispano-
parlantes, tanto de países hispanoamericanos
como tres españoles: Rafael Alvarado, Enrique
Macpherson y el que esto escribe. Está abierta a
todos los zoólogos con un interés sincero en la
Nomenclatura y lo que conllevan los nombres... y
los zoólogos que los ponen. No en vano Chester
Bradley, Secretario de la Comisión, en el prefacio
de la edición de 1961 apostillaba: “Como toda
lengua, la nomenclatura zoológica refleja la his-
toria de aquellos que la han producido”. En otro
orden de cosas, es digna
de leer la introducción
histórica que hace Ángel
Cabrera a su traducción
de las
Règles internationa-
les
publicada en 1914. Los
problemas que señala son
los mismos que podemos
encontrar hoy en día, en-
tre ellos el principal sigue
siendo que los zoólogos
son poco dados a acatar
reglas.Además comenta de la nomenclatura que
“su importancia es tan grande que en el Congre-
so de Mónaco (1913) se llegó a indicar la con-
veniencia de que se incluyese esta materia en la
enseñanza oficial de las Ciencias naturales”. No
sólo no ha ocurrido esto, sino todo lo contra-
rio. De hecho, cada vez hay menos morfólogos y
dentro de poco habrá grupos enteros de anima-
les en los que las secuencias de ADN no podrán
atribuirse con certeza a una especie conocida (o
no) por falta de expertos. Mientras tanto, la Co-
misión se ha visto afectada por la crisis (tanto
científica como económica) y ha debido trasla-
darse en 2016 de Londres a la Universidad de
Singapur.
Después de lo dicho, parece que la Nomen-
clatura es una disciplina árida y atenazada por
unas normas rígidas. Nada más lejos de la rea-
lidad. Cierto es que hay unas reglas, pero éstas
no cortan la libertad taxonómica del zoólogo ni
su creatividad o sentido del humor a la hora de
nombrar las nuevas especies que describe. Así,
han visto la luz nombres
divertidos como la avispa
Aha ha
, el dinosaurio fósil
Scrotum humanum
, el bival-
vo
Abra cadabra
o la polilla
Orgyia nova
. Otros zoó-
logos han dedicado espe-
cies a su equipo de fútbol
favorito (la abeja
Eulaema
atleticana
), a un escritor
apreciado (el pterosaurio
Arthurdactylus conandoylen-
sis
), a su actriz favorita (la araña
Aptostichus an-
gelinajolieae
), e incluso se han atrevido con figu-
ras políticas (más o menos discutibles, como el
escarabajo ciego
Anophthalmus hitleri
, el género
de nudibranquios
Godiva
— muy acertadamente
nombrado, o el género recientemente descrito
de lagartos cretácicos
Obamadon
). Los nombres
basados en zoólogos actuales y difuntos son le-
gión, y prácticamente todos los personajes de
las obras de J.R.R.Tolkien y J.K. Rowling tienen ya
su género y una o más especies. Otro grupo pro-
fuso de nombres se basa en presas, hospederos,
topónimos, mitología, personajes reales o ficti-
cios, objetos, juegos de palabras con los nombres
de los descubridores y acrónimos, alcanzando el
summum en la avispa eulófida
Hakuna matata
,
que dicen captura el espíritu africano, y también
el de los zoólogos a la hora de poner un nombre.
¿Qué hay, pues, detrás de un nombre? Ahora po-
demos contestar: una útil herramienta que nos
da libertad para inventar, dentro de unos límites
sencillos impuestos por la historia
n
“La Nomenclatura tiene
unas reglas que no cortan
la libertad taxonómica del
zoólogo ni su creatividad
o sentido del humor a la
hora de nombrar las nuevas
especies que describe”
Recreación de un lagarto del género
Obamadon
,
lagartos del Cretácico cuyo nombre homenajea
a la figura del presidente de los EE.UU Obama /
Carl Buell